lunes, 26 de noviembre de 2012

La reacción de Danilo ante las protestas


Orlando Gil
orlandogil@codetel.net.do
NI FRIENDO NI COMIENDO.- No hubo período de transición, como manda la costumbre, pero tampoco de los cien días, como  impone la tradición. La primera falta hay que atribuirla a la forma misteriosa de Danilo Medina manejar el tiempo, y la segunda, a un movimiento sorpresivo de la calle, que no estaba previsto y del que todavía no se tiene explicación política. Incluso, podría aventurarse que lo segundo fue consecuencia de lo primero. La impresión fue de que Medina llegó a la juramentación sin tener claro el personal que lo acompañaría en sus tareas de gobierno y sin decidir sus políticas fundamentales. O los hombres son para las políticas, o las políticas para los hombres. Pero en todo caso era necesario que unos supieran de las otras, y las asumieran desde antes de ocupar las posiciones y ser responsables de aplicarlas. De Roosevelt, el hombre de los cien días, se dice que preparó una ley en la noche y ya al mediodía siguiente estaba aprobada. Ni siquiera fue friendo y comiendo, sino comiendo antes de freír, pues la altura del techo se determina por la base..
“TÓ E TÓ Y NÁ E NÁ”.-  Esa situación de duda y el horizonte ominoso del déficit fue lo que hizo que la calle se congregara en los parques y las plazas, pues si el gobierno no actuaba en un sentido ni en el otro, era necesario que se aleccionara, aunque fuera moralmente, a los responsables del desastre, y se advirtiera a tiempo sobre esa  conducta de derroche. La presencia en el nuevo gobierno de personeros del anterior no era el mejor de los presagios. El mandatario, con su retraimiento o silencio, estaba dando a entender, si no complicidad, por lo menos –en lenguaje de los tígueres– que “tó e tó y ná e ná”, una forma irresponsable de evadir parte del fundamento de la crisis. Claro, que es económica, pero el componente moral no puede soslayarse. El gobernante no advirtió que esa especie de borrón se constituía en una burla social, y que los sobrevivientes, ufanos de un poder que conservaban mediante chantaje, se reían en la cara de la gente. No debe olvidarse que fueron éstos los primeros que oyeron hablar de soga en casa del ahorcado y salieron a defenderse en calzoncillos...
TIEMPO DE VENGANZA.-  El gobierno que no aprovechó el período de la transición ni fue beneficiado con el de los cien días, tiene que darse cuenta de dos cosas. La primera, que la calle hizo parte de  su trabajo, poniendo en evidencia a los malos del antiguo régimen, y la segunda, que debe combinar la transición con los cien días y hacer realidad su consigna “¡manos a la obra!”. Por ejemplo, Leonel Fernández, que es quien habla, termina sus peroratas con su consabido “¡E’ pa’ lante que vamos!”, como si este mandato fuera continuación del suyo. El “¡manos a la obra!” todavía no se impone, y se debe a dos motivos principales. Uno, que no se repite mucho, y dos, a que las manos no se ven, y la obra tampoco. El tiempo, por tanto, es la clave. El gobierno que perdió tres meses de transición y tres más de los cien días, tiene que dejar que diciembre se vaya en fiestas y prepararse para arrancar en enero –como  dice el pueblo– “con todos los powers”. Se salvó de la calle a tablita, pues el Déficit fue primero que la Reforma. Era tiempo de venganza, y no de reivindicación...
ENERO ES LA CLAVE.- Como la Reforma no es de aplicación inmediata en los renglones sensibles al grueso de la población, el gobierno tiene tiempo para pensar cómo va a desenvolverse en su primero, entero y real ejercicio. El déficit del 2013 será suyo, sea que se pase como que se controle, pero también lo será el ingreso por las nuevas medidas impositivas. Ya conoce, porque la calle fue más que elocuente, cuáles son los sectores que afectan la tranquilidad, o si se quiere, la gobernabilidad, y contra los que debe prevenirse. Si se deja convencer de sus propios voceros y ve conspiración donde no hay más que la reacción natural de movimientos sociales, en las próximas oleadas podría ser peores. Ahora supo contenerse y no dejó que el ruido de los parques y las plazas alterara su ánimo. La administración estaba de por medio, pero el destinatario de la acción era su antecesor. Cada cual que purgue sus culpas, y que cada velorio vaya a su cementerio. Lo importante es que entienda que enero es otra oportunidad, y que ya perdió dos, y que los trenes avisan, pero no posponen la salida...

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